La tutoría escolar, como señalan expertos como Kantor (2002), Torrego (2014) y Viel (2011), es una estrategia pedagógica que va más allá de la simple transmisión de conocimientos. Se trata de un acompañamiento personalizado y sostenido en el tiempo, que permite identificar las necesidades individuales de cada estudiante y ofrecer el apoyo necesario para superar desafíos y alcanzar sus metas.
Según Díaz et al. (1999), la interacción entre tutor y estudiante es fundamental para construir conocimientos de manera reflexiva. A través de preguntas y respuestas, se promueve un diálogo que favorece la comprensión profunda de los contenidos y el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico. Además, como señalan Roscoe y Chi (2008), este tipo de interacción permite construir inferencias y establecer conexiones significativas entre los diferentes conceptos trabajados.
La retroalimentación, según Brummernhenrich y Jucks (2013), es otro elemento clave en el proceso de tutoría. Al recibir feedback oportuno y constructivo, los (as) estudiantes pueden identificar sus fortalezas y debilidades, y ajustar sus estrategias de aprendizaje.
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